Pequeñas, largas o permanentes la mayoría de las despedidas son dolorosas.
Yo odio las despedidas por el simple hecho de sentir dolor y la única manera que aprendí a sentir “menos dolor” es apreciar cada momento en tiempo presente como una situación genuina.
Hoy el mundo vive por una profunda transición en el que se encuentra abatido por un enemigo invisible que nos arrebata la vida, la rutina y los proyectos a los cuales estábamos acostumbrados y tenemos que aprender a despedir o decir adiós.
¿Qué deseo decir con esto?
Que somos una generación que vive una pandemia en la que no importa tu edad, tu apellido, ni tu dinero. Dicho proceso es un llamado a comenzar desde cero enseñándonos a decirle ADIÓS a viejos patrones y abriendo paso a un nuevo estilo de vida y una nueva economía.
Absolutamente todos estamos pasando por momentos difíciles y pretender no sentir melancolía, miedo o tristeza sería muy lejano del ciudadano que el nuevo mundo necesita. El solo hecho de pensar que hay millones de hogares que perdieron un ser querido y que la oscuridad enluta sus rostros es un argumento suficiente para respetar y entender el duro proceso que significa despedirse hoy.
Te cuento esto porque así fue este fin de semana estuve triste, sentí melancolía y pude aprender de mi durante el proceso y transformarme una vez más.